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viernes, 29 de diciembre de 2017

LA PROFESORA

El grupo de niños iba dirigido por una profesora que veía la vida como una prueba para ser mejor. Se adaptaba al mundo de los chiquillos con naturalidad. Se hacía niña con facilidad y entonces buscaba el lado infantil de la enseñanza del inglés. Jugaba con ellos. Hacían teatro con personajes sacados del imaginario mítico de la infancia. También giñol o marionetas. Les introducía en el mundo de los trabajos manuales con las instrucciones en inglés y los niños aprendían a hablar dicho idioma con plena naturalidad. La empatía era casi total. La profe había encontrado su vocación. Quizás fuese esa su felicidad real. Nadie sabe lo que hay dentro de un cuerpo. Lo que bulle en un cuerpo. Las intensidades que recorren un cuerpo. El alma de un cuerpo. 


La infancia de la profesora había sido infernal. Una madre posesiva y desequilibrada. Un padre con alto nivel de profesionalidad, pero alcohólico; y, cuando alcohólico agresivo y violento. La niña, futura profesora, vivía en un escenario de violencia contínua entre sus padres. Incluso en algún momento hubo de llamar a la policía para intervenir entre sus padres. La madre era un cuerpo que engordaba sin límite, un cuerpo que debía de estar más lleno todavía para satisfacer impulsos incontrolables. La niña, la futura profesora, era el objeto donde la madre/cuerpo o cuerpo/madre intentaba llevar a cabo su obra desquiciada; su producto de marca. Instalaba en la niña ambiciones de estudiante perfecta para luego machacarla a reproches y humillaciones cuando las cosas no parecían ser tan perfectas. El padre viajaba continuamente por motivos de trabajo, y cuando llegaba a casa bebía y veía partidos de fútbol en aquellos ratos que no discutía o peleaba con su mujer.
Pero aun así la niña había llegado a ser estudiante de instituto con muy buenas notas y menciones honoríficas; una de ellas del mismo gobernador del Estado, pero cuya mención certificada ella, la niña, jamás había llegado a saber que existía. Nunca había llegado a sus manos. Nunca su madre se lo había dicho. La había guardado en el último rincón de algún perverso y demoníaco armario para permanecer allí hasta incluso después de la muerte prematura de la profesora, la gran profesora que sabía hacerse niña en el mundo de los niños y los niños aprendían con naturalidad en su mundo mítico de inocencia. 
Al año de la muerte de la profesora, el viudo y la hija de aquella niña, descubren entre los documentos de la madre/cuerpo, cuerpo/madre, que ahora se les entregaba como herencia, un certificado del gobernador del estado haciendo mención honorífica a la niña que habría de ser profesora y que había intentado por todos los medios y esfuerzos llegar a ser la niña que su madre esperaba. Lo había conseguido, y para ella haber recibido tal honor cuando más lo necesitaba hubiese sido un gran estímulo y una reafirmación de sus capacidades intelectuales; pero para el cuerpo/madre ver a su hija crecer y hacer valer su inteligencia más allá de la vulgaridad de la madre/cuerpo, era verse a sí misma encerrada en su infernal realidad sin salida posible.

martes, 8 de agosto de 2017

CUESTA ABAJO

Playa. Baño frío en la playa. Nos arrojamos a las olas. La mar es poderosa y no puedo abarcarla. Cuando nadas te alejas demasiado. ¿Por que te alejas tanto? Hace frío este verano. El ferry en medio del mar Cantábrico en dirección a Nantes. El Sueve destaca desde muy lejos ya metidos en el Cantábrico. Como un faro señalando la tierra de los
astures. Habrá mayor angustia que caer fuera borda y verte absolutamente perdido en la soledad del mar. Que ahora es la misma entrada a la muerte, a la aniquilación, y el frío penetra como un cuchillo afilado que hace dormir el cuerpo poco a poco a través de convulsiones y asfixia. Vulnerabilidad. Playa soleada de una infancia ya muy lejana. Un día con 13 años cogí la bici de mi hermano mayor y me dirigí hasta La Secada y luego atravesé Sariego y subí como una exhalación La Campa y desde allí veía la gran playa de Rodiles y me dejé caer rodando por La Campa abajo sintiendo plena libertad. Plena libertad con mucha velocidad o mucha velocidad en plena libertad. Curva va y curva viene y la bici como si fuera un avión volando hasta que de repente en una curva cerrada, bien cerrada, veo al alsa de frente como un monstruo rabiado y pitando con un potente claxon que me dejó los oídos zumbones al instante, pero sin recordar qué fue lo que hice o cómo, había logrado salvar el alsa de forma milagrosa y seguía bajando, pero ahora estaba temblando, terriblemente asustado, pálido; y seguí como por inercia. Una vez llegado a Amandi decidí dar la vuelta. Rodiles quedaba lejos y me quedaban pocas ganas de llegar a Villaviciosa. Además eran ya las seis y había que volver a casa. Así que volví a subir la Campa y vuelta a Lieres, poblado de Solvay.

sábado, 29 de abril de 2017

VEINTE AÑOS CON UN GATO LLAMADO MUFFIN

Tú nunca supiste a qué playa iba mientras te quedabas en casa dormitando sobre el sofá. Nunca supiste de qué trataba la televisión cuando te recostabas sobre mis piernas y de vez en cuando pretendías mirar a la pantalla. O cuando íbamos de viaje a América o a Dinamarca te quedabas en casa con Pecos y aguantabas el tiempo sin tus amos, quizás a veces pasando calor aunque allí estaba tú cuidador de vez en cuando. Nunca supiste la profundidad de mi dolor en aquellos días tan tristes de hace ya bastantes años. Pero tú estabas conmigo. Has estado veinte años conmigo siempre fiel,
siempre cariñoso, a veces juguetón, otras dormilón, otras nervioso; pero nunca habías estado enfermo. Y nos acordamos cuando al poco tiempo de entrar en casa tan pequeñito y enroscado como una bola te llamamos Muffin. Fuiste el regalo de unos amigos, tan pequeño que teníamos que alimentarte con un biberón. Y unos meses después caíste del tercer piso de nuestra casa y te rompiste una cadera. Creíamos que te morías, pero sobreviviste con tenacidad y un implante de metal. Luego fueron pasando los años y corrías por la casa con alegría jugando con las pelotas o los palillos de algodón. Siempre habías sido cariñosa y posesiva conmigo. Me tenías como tú propiedad, como tú confidente. Pasamos muchas horas juntos, yo leyendo y tú mirándome o sentado a mi lado. A veces me enfadé contigo por miagar más de la cuenta o por no dejarme escribir o leer, pues me lo impedías con tus patitas y con la boca. Fueron muchos años juntos. Luego enfermaste y no parabas de miagar, de maullar por la noche, de sufrir. Fueron años enfermo y con paciencia fuimos aguantando, levantándome yo por la noche para saciarte esa hambre imparable que te acosaba. Pero tú dolor y mi pena no pudieron soportar más. Hoy has pasado a mejor vida. Gracias por estos veinte años juntos. Muffin. Gracias por ese cariño y paciencia conmigo.

sábado, 18 de febrero de 2017

TAN SOLO LEÍAMOS UN LIBRO

La novela que llevaba en las manos era The Godfather, de Mario Puzzo. Cuando ojeaba su novela ansiaba saber inglés. Como en su día ansié leer y hablar francés. Ese libro de edición Bantam de bolsillo sobrevuela mis recuerdos. Vuela. Luego se para y sus páginas se van abriendo a modo de abanico movidas por el aire. Leer para que el tiempo se haga imaginación en momentos en que el tiempo puede resultar aburrido o vacío. De nuevo la letra impresa. La magia de las palabras. Todas
ellas se vuelven símbolos. "Novela". Repito el sonido. No tengo prisa. "Novela". El sonido aislado ya es una sensación extraña. Oiga, usted siempre está con eso de lo extraño. ¿No será porque odia la realidad tal como es? ¿Perdone? No puedo evitar que la realidad se torne extraña. Usted también me resulta extraño. ¿No ha descubierto que el mundo puede resultar una extrañeza permanente? "Mundo", "Novela". "Usted". Es todo un mundo. Qué mundo. Mundanal. Mundano. Mi mundo. Tú mundo. Cuál es tú mundo, le pregunté a ella recostados sobre la playa. Muy diferente al tuyo. ¿Te gustaría conocer mi mundo? me dijo. América. Las alas de la imaginación vuelan a América. Texas. Grandes espacios. Horizontes. Costumbres diferentes. Houston, Dallas, San Antonio. Austin. El Río Colorado, el Trinity, el Río Grande River, Calor. La humedad del Golfo. Corpus Christi. Beaumont. Pasadena. Los mexicanos se acercan al restaurante. Los grandes coches circulan sin apenas oírse el motor. Suaves. Sigilosos. Las calles. Casas con césped o jardín abierto y entrada a garaje. A veces la calle entra en un bosque o atraviesa espacios de praderas. Quizás haya un pequeño lago o estanque. Las iglesias parecen sacadas de un libro de cuentos. Apenas se ve gente. Es raro ver gente por la calle. Pájaros de todo tipo. Cuervos sobre todo. Ardillas libres y juguetonas.
No. No es mi mundo. ¿Me puedes leer un trozo de tú libro? Quiero oír el inglés. Tus sonidos en tú mundo. La extrañeza de otro mundo. Mi extrañeza en otro mundo. Lo extraño de mí mismo que desconocía. Una vez extraño contigo mismo entre lo extraño jamás podrás retornar a ninguna realidad domesticada,