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lunes, 30 de diciembre de 2013

NAVIDAD INOLVIDABLE


Fue Navidad y despertamos todos felices y contentos. En el salón estaban los paquetes de regalos alrededor
del árbol, envueltos en papeles de colores y lazos y nuestros nombres allí puestos con etiquetas estrelladas. Abrimos emocionados todos los paquetes y cajas y cada regalo era como un milagro que nos sacaba multitud de emociones. Fuimos luego a la cocina y estaba llena de turrón y mazapanes que habían traído los tíos Palatalio y Malvedrina. Nuestros tíos se iban a quedar con nosotros unos días y con ellos nuestros primos Hukloterio y Frenkolina. Mis tíos y mis primos vivían en Ghsurtimop que es el pueblo situado en camino del Monte Castropert. Nos asomamos a la ventana y estaba todo nevado. El cielo estaba cubierto con nubes y todo era misterioso y mágico. Además mi madre nos había hecho un chocolate riquísimo. Mis primos ya estaban vestidos y querían que saliéramos a jugar con ellos al prado y por el bosquecillo cercano. Mis padres fueron al salón con los tíos. Se llevaban muy bien y hablaban con entusiasmo.

Salimos al prado todo el cubierto con nieve y nos empezamos a tirar bolas unos a otros. Mi hermano pronto se inventó una aventura donde habríamos de participar todos. Se suponía que estábamos en un paraje inhóspito de hielo en algún sitio de Canadá y entonces nos teníamos que proteger de los lobos y los osos. Pero no muy lejos de allí había un bosquecillo donde vivía una tribu de nativos que eran cazadores. Pronto nos habíamos ya metido en el bosquecillo y allí nos inventamos un pueblo indio que se disponían a celebrar la Navidad a su manera. Jugábamos al escondite y corríamos en todas las direcciones hasta que cansamos. Hicimos un corro con los imaginarios indios y cantamos villancicos hasta que por fin decidimos volver a casa.

Volvimos a casa y todo estaba en su punto.
Todo estaba en su punto y en su justo equilibrio.
El paisaje era perfecto. La luz iluminaba con inocencia.
Todo parecía vivir en un mundo de ensoñación.
Padres y abuelos; tíos y primos parecían vivir en su justa edad.

Comimos la comida de Navidad con más alegría
Y por la tarde fuimos a la iglesia a cantar himnos de Navidad
Y a oír las historias de Navidad que recitaba el grupo de jóvenes.
Luego fuimos a tomar una sopa caliente a la cafetería de Boserio y allí estaba medio pueblo cantando más villancicos.

Han pasado muchos años, demasiados. No quiero recitaros todo lo que me ha tocado vivir; tampoco las decepciones o alegrías que he tenido que pasar. Pero una cosa es segura: aquellas Navidades fueron inolvidables porque sentaron para siempre una memoria de alegría y esperanza en lo más profundo de la creación. Supe en aquel momento lejano que la muerte no podría erradicar jamás esa dimensión de pura nostalgia evocadora de realidades casi olvidadas, pero nunca perdidas.

lunes, 16 de diciembre de 2013

ENTRANDO EN DALLAS. AÑO 1976 DE LA ERA CRISTIANA

La aproximación a Dallas por la 35E en aquel 30 de diciembre de 1975 ya llegada la noche, fue
progresando hacia una visión panorámica del cogollo de rascacielos con muchas ventanas iluminadas por luces de neón y sus siluetas marcadas sobre el trasfondo de un cielo estrellado. Era la sensación de haber descubierto el cerebro del poder, o quizás a sensación de insignificancia ante la fuerza del poder. La autopista nos iba deslizando en dirección al centro dominado por el skyline o frente de rascacielos. Pronto nos fuimos incorporando a otra autopista con más carriles y mucho más tráfico y a un lado y otro se podía ver un paisaje urbano iluminado de colorido comercial y fuerte publicidad plasmada en las enormes pantallas de los billboards o carteles publicitarios de grandes dimensiones dedicados a exaltar el optimismo de los deseos materiales con posibilidad real de satisfacción. Vistosas estaciones de servicio aparecían sobreiluminadas y adornadas con banderines de colores. Y más cerca o más lejos sobresalían los centros comerciales en forma de grandes cajas de zapatos opacas rodeadas de inmensas extensiones de parking y en cuyo interior se intuía la organizada actividad de un ocio amablemente gestionado, de deseos y caprichos temporalmente satisfechos; de miles de productos mostrándose de forma seductora, quizás erótica y hasta posiblemente obscena, pero también toda esa inmensa variedad de ropa, de aparatos electrónicos, de libros, de zapatos, de artículos deportivos; de intenso baño de luz de neón, de suave y sensual música de fondo; de restaurantes abiertos de par en par invitando a participar de un ambiente cómodo y a la temperatura más equilibrada, con un servició educado y rápido y bajo precios muy razonables. Mundo maravilloso el mundo del consumo. El apacible mundo de las fantasías infantiles ya casi satisfechas de haber alcanzado el prometido palacio de Santa Claus. Escaleras mecánicas subiendo y bajando y todo un sin fin de opciones que escoger en tiempo fuera del tiempo prosaico; más bien un tiempo intemporal rayano en una posibilidad de unidad sagrada o mística.

Robbie conducía en silencio. Los dos absortos en medio de una realidad flotante de luminosidad astral o de
irrealidad provisional que pronto nos colocaba en frente, en el mismo frente del skyline con toda su vertiginosa verticalidad desafiando a las mismas estrellas desde el planeta Tierra. ¡Qué extraño era todo aquello! Qué desconocidas sensaciones interiores nos iba despertando la ciudad de Dallas ya inmersa en la noche del penúltimo día de diciembre. Hasta las mismas iglesias cristianas se anunciaban a través de los billboards ofreciéndonos también el mundo espiritual después de haber disfrutado de la fantasía del mundo material. Sí, quizás las sensaciones eran eso: una mezcla de remotas reminiscencias infantiles libres de expresarse en un espacio nuevo, sin explorar, una invitación a nuevas posibilidades de vida. Lejos, muy lejos quedaba el país de origen.

Ved también: LA BRUJA DE DALLAS
http://nesalem-wwwrelatos.blogspot.com.es/2010/10/la-bruja-de-dallas.html

lunes, 4 de noviembre de 2013

EL LOBO


El INEFABLE METATRÓN HABLÓ:

"Yo creé al lobo. Existe porque yo quise en algún momento que existiera. Pero no recuerdo ese momento.
Se me escapa el momento en que yo creé al lobo como animal. Es algo que permanece en mi inconsciente. Pero el lobo me pertenece. Como me pertenece el bosque. Yo también creé el bosque. En su momento creé el bosque y todas las cosas que hay en el bosque. Pero me he olvidado de cómo fue todo. No soy capaz a recordar, pero también he creado las estrellas. Las estrellas me pertenecen. En realidad todo el universo me pertenece porque yo lo he creado, pero he perdido el control sobre mi creación. Me he olvidado de cómo fue todo, de cómo es todo; de cómo todo se sustenta en este mismo momento.

Tan sólo sé que no puedo ver más que una parte de mi creación y que sigo creando en  cada segundo de mi existencia y lo que creo está ya inmerso en toda mi creación inconsciente. Surge de ella, y desaparece en ella. El lobo me puede matar y entonces yo me sumiré en esa inconsciencia. Despareceré en ella."

sábado, 26 de octubre de 2013

AL OTRO LADO DEL OTRO LADO

Me pregunto. ¿Qué es el mundo al otro lado de los medios de comunicación?
Me pregunto: ¿Quién soy yo al otro lado de las representaciones de mi yo?
Me pregunto: ¿Qué es esa mujer al otro lado del sueño en que suele aparecer?
Me pregunto: ¿Qué es Dios al otro lado de mi imaginación?
Me pregunto: ¿Qué hay al otro lado de la música?
Me pregunto: ¿Puede existir alguien al otro lado de la mirada de los demás?
Me pregunto: ¿Qué es el universo al otro lado de la mirada humana?

Un sabio de la antigua ciudad de Kloprtoyj me llamó cuando caminaba cerca del Gran templo del dios Hlopxz y me recordó que más allá, en el viejo camino hacia el bosque de Mfstw, me esperaba la imagen que tanto tiempo buscaba.

Me dirigí hacia el lugar no sin antes pasar entre extraños parajes urbanos de la ciudad bañados por una tenue luz crepuscular. Las gentes caminaban en silencio, escondidos bajo sus grandes capuchas.

Al llegar al camino que se dirige al bosque de Mfstw vi una silueta en forma de mujer.
Me acerqué sigilosamente rodeado de ancianos árboles silenciosos
Pero allá a lo lejos, donde el camino ya se tuerce, volví a ver la figura.
No seguí. Paré.
Y desperté en medio del gran bullicio y colorido de la Gran Plaza de Puniyah
La ciudad de las mil fortunas y de los cien mil espejos

lunes, 30 de septiembre de 2013

TRES GATITOS TENÍA MI ABUELITA

Tres gatitos tenía mi abuelita en el salón
Uno se llamaba Capón, otro Sultán y otro Rabón

Mi abuelito era el rabino de la Mez-Barak
Y siempre leía la Torá.

Un día vinieron los cosacos
Y los llevaron en unos sacos

Y ahora solo me quedo en un rincón 
Con Capón, Sultán y Rabón.

MIRÁBAMOS AL VALLE

Mirábamos al valle tras el ventanuco de la cabaña. El reverendo Warton había venido a visitar a mi abuelo que estaba en enfermo en la cama. La Sra Warton nos había traído una tarta de manzana. Luego salimos a jugar con la nieve y Chuby, nuestro perro, venía ladrando. Oíamos los aullidos de los coyotes en las blancas montañas. Al día siguiente iríamos con Daddy a la granja de los menonitas. Los menonitas nos regalaban miel y huevos y eran muy buena gente.

sábado, 14 de septiembre de 2013

NEWBORG Y NEWBORG

Estaba en la ciudad de Newborg y se encaminó a la universidad. Hacía un sol resplandeciente y la ciudad
presentaba un aspecto completamente nuevo y novedoso para él. Quizás no tan nuevo y novedoso ya que la ciudad que ahora veía conectaba de alguna manera con sensaciones muy parecidas en otras épocas de su vida. Era como si hubiese dos ciudades: la real y otra paralela, pero que dependiendo en dónde él estuviera una devenía en real y otra en paralela sin saber si realmente cual era la real o cual era la paralela. No importa, lo importante es que en ese momento estaba en Newborg camino de su clase de literatura en la universidad y por el camino vio a Elisabeth que estaba con un grupo de estudiantes avanzados hablando de cosas intrascendentes. Elisabeth se sorprendió de verle. No era el sitio donde lo esperaba ver. No le correspondía estar allí a tantos miles de kilómetros de dónde procedían los dos, pero él también pensaba lo mismo de ella. ¿Qué hacía allí? Ella le dijo que estaba en un intercambio de profesores durante el verano, y de repente todo parecía normal; la normalidad de un mundo cada vez más globalizado e instantáneo.

Pero su objetivo era ir a la clase de literatura inglesa del Dr. Swagger. Sentía verdadera pasión por aquella clase que tanto le aportaba, sobre todo cuando estudiaban a los románticos ingleses partiendo de William Blake, y pasando por William Wordsworth, Byron, Coleridge, y otros. Además era el cálido ambiente de los estudiantes entre clase y clase o fuera de la universidad tomando cervezas por la acogedora ciudad de Newborg. El Dr. Swagger solía acompañarles alguna vez y entre cerveza y cerveza dejaba ver su erudita pasión por la literatura y su gran experiencia de la vida después de haber enseñado por muchas universidades del mundo. También estaba la biblioteca del departamento de inglés con su estilo de decoración más acorde con la época victoriana que con la posmodernidad informatizada. Era una biblioteca donde el simple hecho de estar allí era como haber entrado en un templo esotérico del saber y entonces las
preocupaciones mundanas quedaban en la puerta para pasar a vivir el mundo de la pura imaginación. Se encontraba muy a gusto; era su mundo propio; su forma de ver las cosas. Los compañeros de clase eran esas personas que sabían escuchar; que luego hacían preguntas exploradoras y entre unos y otros lograban que el tiempo pasara rápido en libre comunión de ideas y de cervezas. Ambiente liberal-burgués dentro de un espacio privilegiado, separado del mundo.

Desde la misma universidad se podía contemplar la ciudad de Newborg ya que el campus estaba situado en lo alto de una pequeña meseta desde donde se podía también contemplar el Platas River. Pero en esta realidad paralela o real o viceversa la tonalidad era diferente a la otra. En esta las colinas circundantes eran más elevadas y frondosas; y el centro de la ciudad aparentaba ser más peligroso por determinados barrios de minorías hispanas o negras. Había como una dramática o radical diferenciación entre determinados rincones o zonas hostiles pobladas de marginalidad criminal y la ciudad propiamente civilizada, limpia, con sus calles de casitas o mansiones todas bordeadas o inmersas en jardines abiertos y bien cuidados; el césped bien segado; las iglesias de diferentes denominaciones cristianas destacando con sus torres de piedra o ladrillo rojo. Recordaba haber paseado alguna vez solo y de noche por el barrio hispano y sentir un extraño miedo a ser atracado, agredido con arma de fuego y entonces corría en dirección al centro por la calle Cinco y por fin salir de la angustia a lo desconocido. Pero el por qué de aquellas visitas era algo que no encontraba razón; quizás la razón de los sueños.

Pero hoy su objetivo de llegar cuanto antes a la clase de literatura del Dr. Swagger, se veía truncado por una abrumante sensación de tener que dejar de asistir a clase, de abandonar el curso; por razones imperativas.
Se daba cuenta que aquella realidad ya no le correspondía; y, divisando desde el pasillo la puerta entreabierta del aula, veía la clase ya en pleno funcionamiento, los estudiantes tomando notas en silencio; la voz del profesor Swagger explicando un poema de Shelley; y él, allí contemplando lo que ya no era posible continuar. Se daba cuenta que había de volver a su otra realidad donde tenía sus compromisos “reales” de vida y entonces aquella experiencia con el mundo del romanticismo inglés y las formas de vida que todo ello conllevaba quedaba en suspenso de forma irremediable. De hecho ya había comenzado a faltar a clase y sentía pena, tremenda pena de tener que dejarlo. Era como si le arrancaran algo de sí mismo para luego sentir su falta o carencia como una nostalgia continua. El mundo al que había de volver ya no era así; era esa otra realidad de visceralidad a flor de piel, de obligaciones sin sustancia; de sequedad espiritual; de excesiva densidad urbana y social. Poco a poco se fue extinguiendo ese mundo de Newborg y así despertar a la otra dimensión del realismo duro del otro Newborg.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

SIN NOTICIAS EN EL FRENTE DE LA VIDA, MI TENIENTE

Llevaba ya muchos años en el Ejército. Estaba a gusto. La vida militar le convenía pues la
disciplina le centraba la vida. Quizás en otro trabajo su vida hubiere sido más complicada. Siempre había preferido los puestos militares lejos de su provincia. Recordó que cuando era joven y hacía el servicio militar también fuera de su provincia pues escribía cartas a la familia, a su novia, a los amigos, etc. Además recordaba aquel año como un año de sol, de claridad, de futuro, de esperanza, etc. El servicio militar era sólo un tiempo de tránsito hacia el futuro. Entonces tenía todo un futuro por delante. Pero, paradojicamente, el futuro fue seguir en el Ejército. Se dio cuenta que le gustaba la vida de disciplina; de cadena de mando y obediencia. No le fue difícil enrolarse en la Escuela Militar.

En el actual servicio militar era ya un veterano, una persona mayor; un hombre con mucha experiencia de la vida. Además era respetado. Sus opiniones y simple presencia en las instalaciones eran apreciadas. Se sentía a gusto. Cogía el jeep y daba vueltas por los campos de instrucción, por los barracones de las compañías, por los talleres o canchas deportivas. Era su mundo. Fuera del recinto militar no tenía a nadie. Quiso volver a escribir a su mujer, pero su mujer hacía tiempo que lo había abandonado y había perdido su pista, aunque no su recuerdo que lo perseguía como un fantasma acusador. ¿Qué habría hecho mal? No toda la culpa era suya, pero la vida es así y muchas cosas ocurren sin que haya explicaciones racionales que nos consuelen. Pensaba en sus padres, pero ya habían muerto los dos hacía unos años. Su hermana mayor, casada con un abogado, vivía en los Estados Unidos desde hacía veinte años y los contactos con ella eran cada vez más distanciados. Cuando venía de vacaciones solía hacerlo en otras zonas del país y raramente prestaba una vista relámpago a su hermano; visita que además tenía intereses económicos, relacionados con unas propiedades heredadas de sus padres. En realidad él siempre había estado fuera de la casa familiar desde muy joven y por tanto los lazos afectivos ya débiles en sí, se fueron debilitando mucho más.

Su vida era el Ejército, pero pronto habría de pasar a la reserva. De hecho ya había agotado todos sus años
de excedencia por edad. ¿Qué haría viviendo en una ciudad que ya casi no recordaba? Y lo peor: ¿Qué haría solo sin amigos con quienes contar? Una fuerte tristeza se fue apoderando de él. A la mañana siguiente muy temparano cogió el jeep y se dirigió hacia los bosques que rodeaban los campos de tiro. Llovía con intensidad, pero la lluvia y la humedad se aliaban con él en su tristeza. Paró el auto y vio las luces lejanas del pueblo. Sacó el termo y echó un trago de café.

No había que pensar mucho las cosas. Era sólo cuestión de actuar, de estar siempre en movimiento; de evitar que las aguas se estancaran y dejarlas seguir su curso. Volvió a arrancar el jeep y volvió hacia el edificio central.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

AQUELLOS QUE AMAN SU OFICIO Y LES ES DE BENEFICIO


Cuando voy a tomar una cerveza al bar de la esquina o a otro sitio del barrio, una de las cosas que más me
gusta es coincidir con alguien que te empieza a hablar de su profesión o de sus hobbies. Recuerdo con agrado la conversación con un vecino que me contó cómo años atrás fabricaba muebles de encargo. Me describía su taller en una casa de las afueras de la ciudad con todo detalle, sus máquinas, sus herramientas, sus pinturas, barnices, disolventes; tipos de maderas y de dónde procedían. Luego se ensimismó describiendo el proceso de fabricación de los muebles, las ideas de las que partía, los planos, etc… Aquel hombre trabajaba sólo, una vez muerto su padre, y vivía su profesión con amor, como un arte. Se le veía un hombre satisfecho pues dicen que aquellos que disfrutan de su trabajo ya tienen el 80% de felicidad asegurada. Fue una experiencia muy interesante que además sirvió para hacer una buena amistad. Otro día fue un soldador quien entre culín y culín de sidra en una sidrería cercana me explicó su labor como obrero de montajes. Lo interesante no sólo eran los viajes a otros países y cómo los describía a través de su experiencia; sino el trabajo en sí, de colocación de vigas, de fijación de estructuras metálicas a bastante altura; de corte de material de acero de acuerdo a los planos; el tipo de electrodo y soldadura utilizado, etc., etc. Pasamos dos horas hablando sin enterarme del paso del tiempo. Desfilaron personajes, jefes buenos y malos; días peligrosos para trabajar y otros relatos.

El fútbol suele ser también entretenido cuando topas con alguien que realmente entiende de este deporte. Tengo la suerte de acudir a una tertulia donde uno de los tertulianos sabe de fútbol, conoce las técnicas, entiende de las dinámicas económicas-financieras que mueven este deporte; y, cuando se pone a hablar sobre los partidos del fin de semana es todo un erudito en estrategias de juego, estilos de los jugadores, errores o aciertos de los entrenadores, etc. Es un placer estético oírle hablar y con ello el tiempo pasa de forma agradable. En general me gusta hablar con la gente que siente pasión por alguna destreza, por su oficio, por su afición, por su espacio de tiempo entregado a algo donde él o ella pueden ser dueños de sí mismo; proyectarse en sí mismos en libertad. En realidad nadie debería estar en ningún sitio donde no debería estar; nadie debería de aceptar ese sitio que otros diseñan para él o ella. Pero la vida no ofrece siempre está posibilidad y muchos se mueven en oficios que no desean, que a veces odian; que la necesidad les fuerza a aceptar. De eso también se oye mucho en los foros de los bares y sidrerías del barrio.

miércoles, 28 de agosto de 2013

SIEMPRE HABRÁ ALGO QUE NOS SORPRENDA EN LA VIDA

En mil novecientos sesenta y siete fuimos de excursión un grupo de amigos de Gijón al monte por la zona de Campu Casu. Paramos en una aldea abandonada a comer. A lo lejos de la aldea vimos una cabaña grande y en ella parecía vivir gente. Después de comer nos dirigimos a dicha cabaña por un camino. Al llegar fuimos recibidos por unas cuatro parejas de jóvenes más o menos de nuestra edad. Nos recibieron con alegría y efusión. Nos invitaron a visitar unas cuevas cercanas y luego compartieron la
merienda con nosotros. 
Hablaron de todo un poco, pero hubo algo que nos dijeron que nos cambió para siempre. Nos pasó el tiempo muy rápido, ya que luego supimos que habíamos llegado a estar tres días. Nuestras familias ya habían dado parte a las autoridades para saber qué nos había pasado. Hemos de considerar que el monte por esta zona puede llegar a ser peligroso por su frondosidad y barrancos.

Todos quedamos sorprendidos con aquella experiencia, pero nuestra sorpresa y sentido del misterio aumentó cuando supimos que nadie en las aldeas cercanas asegura haber visto a nadie en tal cabaña durante el tiempo que habíamos estado nosotros. Tampoco, ni antes ni después; según un vecino de la zona que aseguraba la cabaña estaba en el camino que él seguía para cuidar su ganado que pastaba en una braña no muy lejos de allí. Además no había restos ni señales de que alguien hubiese habitado tal cabaña, que por otra parte estaba ya abandonada y en ruinas. Ni menos ninguna cueva cercana.

En definitiva, nunca más supimos de aquellas parejas de jóvenes que habitaron la cabaña en aquellos días, pero todos nosotros recordábamos cosas agradables bajo un sol reluciente, caminando por las orillas de los arroyos y escuchando los relatos en forma de leyendas que aquellos jóvenes nos contaban. Efectivamente, habíamos vivido todo aquello como un sueño.  Lo que sí llegó a ser común a todos los que vivimos esa experiencia es que todavía vemos en nuestros sueños las cuevas que nos llevaron a visitar en las primeras horas de la visita a dicha cabaña. 

http://www.youtube.com/watch?v=0V8FLjkpd00 

EL COLEGIO ABANDONADO

Miré el colegio. El colegio había sido cerrado hacía años. Hacía sol y algo de calor y me llamó la atención el colegio cerrado. Al ver las persianas cerradas y el patio vacío me entró una extraña nostalgia. Tras de las persianas estaban las aulas, unas aulas, donde muchas cosas habían pasado. Me veía sentado en un pupitre mirando a una profesora de historia de unos cuarenta años y muy bonita de piernas. Estaba explicando la lección de Felipe II. También mis compañeros prestaban atención. Entraba la luz de la primavera por las ventanas. Era la última clase y ya teníamos ganas de salir. El colegio bullía de vida. Nos conocíamos muchos y ya habíamos vivido muchas anécdotas y juegos, y excursiones y aventuras; y travesuras. Algunos ya
éramos como hermanos, otros muy buenos amigos; otros algo más distanciados. El colegio era nuestro centro de encuentro. Nuestros profesores eran mundos particulares con sus modos de presentar la vida. Cada profesor marcaba estilo y vibraciones peculiares que quedaban grabadas en nuestras mentes como parte de una forma de vida que nos inspiraba confianza. Que jamás iba a desaparecer. Nos haríamos mayores, pero jamás habría de desaparecer la confianza en la vida allí vivida. El colegio siempre estaría allí recordándonos que en la vida hay siempre gente que se preocupa por tí. Una gran familia posiblemente.

No era mi colegio porque yo no había pasado la infancia en aquel pueblo, pero ese colegio cerrado me estaba diciendo muchas cosas; las aulas cerradas me presentaban escenas como pompas de jabón que van flotando en el aire de un recuerdo colectivo, común a toda la humanidad posiblemente. El patio me mostraba sus cientos de alumnos allí jugando y contando cosas y esos pequeños que luego pasarían de curso y se harían mayores y todos con sus relatos y familias y experiencias. También la vuelta a casa los días de lluvia y frío para luego llegar a casa y allí estaba mi madre preparando ya la mesa.

Hay fantasmas que quedan en los colegios cerrados y abandonados. Cada aula es un calidoscopio de fantasmas con ganas de salir y contar su historia. Cada aula y cada sala guarda todas las escenas vividas y cuando alguien como yo pasa por allí, entonces saben quien les va a revivir, a rememorar, a recrear. Y yo pasaba por allí y lo he vivido y sentido. Mi paseo quedó entonces transfigurado en otra cosa lejana, nostálgica; algo así como una gran pompa de jabón flotando a través un infinito universo. ¡Qué rara es la vida!

lunes, 8 de julio de 2013

UN DÍA AL BORDE DE LAS GRANDES PRADERAS DEL GRAN ESPÍRITU


En Pedernales Falls estuvo cerca de la muerte cuando, sentado en un flotador de cámara rueda de coche, se dejó llevar por la corriente del río que formaba una
bajada rápida . Había bastante gente bañándose, no estaba solo; pero la llegar al final de la corriente, esta acababa en caida libre por unos instantes y después de la caida se vio atrapado por fuertes remolinos de agua que no le dejaban salir a flote. No podía salir y tampoco hacía pie. Le faltaba el aire y la angustia era suprema. Se sentía al final de su resistencia. Pero por algún rebote o corriente, pudo salir en el último instante. Se vio envuelto en un arrebato de angustia desesperada pues todavía no podía hacer pie y las aguas se movían con fuerza. Nadó como pudo y por fin pudo hacer pie en un roca aunque de mala manera. Alguien lo vino a auxiliar en ese momento. No había pasado desapercibido su trágico final de caida en Pedernal Falls; a unos 80 kilómetros de Austin en dirección a Fredericksburg.

Era un día de verano texano: un día claro, despejado, de aire seco y bastante calor. De otra manera, bañarse en el río Pedernales era una delicia. El agua estaba templada y mantenía un color verde claro. Se podía nadar con tranquilidad en sus remansos y las orillas eran ya un paisaje seco, casi semidesértico y con ondulantes colinas pobladas de mesquite y diferentes arbustos. Todo aquel entorno de Pedernales Falls era un área recreativa; más abajo el río cruzaba el rancho del que llegó a ser presidente de los Estados Unidos en sustitución de John Fizgerald Kennedy: Lyndon Byron Johnson: hoy día museo abierto al público. Una buena oportunidad para dar un repaso a la historia americana en un entorno de emblemático arquetipo texano, ya que toda la casa además de conservar todo el decorado de entonces sirve también de fotograma de toda la era Johnson.

Al norte de Pedernales Falls, y una vez cruzado el pueblo de origen alemán; donde todavía se habla alemán y se pertenece a la iglesia luterana y se come comida germana en sus restaurantes de aspecto ranchero e
informal; pues cruzando Fredericksburg y a unos 30 km, está la Enchanted Rock: una roca toda ella de granito; roca sagrada de los indios de la zona antes de la llegada del hombre blanco. Hemos subido esa roca varias veces y hemos recibido la visión y mirada del Gran Espíritu. Una mirada que abarca un paisaje árido y pedregoso de extensión ilimitada.

Dicen que después de la muerte te recibe el Gran Espíritu y te muestra entonces las nuevas grandes praderas que has de colonizar en esa nueva tierra con los grandes pueblos libres de piel cobriza.

(Dos años más tarde se prohibieron los baños en Pedernales Falls debido a el número de personas ahogadas en años anteriores.) 

domingo, 7 de julio de 2013

LA PROSAICA VIDA PROFANA

Ayer pasé por el café Roscotte y Balarkano me dijo que ya no pensaba jamás en clave política. Que lo suyo
era otra cosa y que la política era un mal recuerdo del pasado. Pero en ese momento llegaba un político famoso al café Roscotte y entonces a Balarkano le empezaron a salir sarpullidos por la cara y los ojos se le pusieron verdes. Yo quedé pasmado, pues mi amigo Balarkano ahora echaba espuma por la boca. Como estábamos en una mesa alejada del público, pues nadie se enteraba. Mi amigo realmente sufría con la política y lo que le estaba pasando era una alergia a la política. Por suerte el político famoso se dirigió al váter y entonces Balarkano comenzó a recuperar la normalidad. Entonces salimos a la calle y nos despedimos.

Yo volví al café y vi al famoso político a distancia. Estaba sentado con una bella dama de alto copete que vestía ropa muy cara. El famoso político se estiraba para hablarle a la bella dama. La bella dama se echaba para atrás cuando el famoso político se estiraba para hablarle. Y así, con ese estirar y tirarse para atrás transcurría aquella curiosa conversación. Parecían muñecos mecánicos en un juego de muelles elásticos. Yo me puse a leer el periódico del día, pero en ese momento llegó Rubialima; mi gran amiga Rubialima y sentándose a mi lado se puso a hablar de ingeniería genética. No sé por qué razón se puso a hablar de ingeniería genética, pero parecía saber mucho sobre el tema. Yo empecé a dudar de su cordura, pero en ese momento Rubialima cambió de tema y me cogió las manos con fuerza. Decía que necesitaba amor, pero que no encontraba tal cosa. Yo le dije que era muy bella y que todavía alguien la podía querer como ella quería y necesitaba. Ella se quedó pensativa y cogiendo el periódico dijo que se iba al baño. Rubialima tardaba mucho en volver; y yo, sin periódico que leer, me sentí un tanto aburrido, así que volví a mirar al famoso político y a su bella dama que seguían con el mismo movimiento.

En vista de que Rubialima no volvía pagué y me fui a la calle. Hacía mucho viento y todo parecía descontrolarse. Un viejo tocaba una armónica en una esquina. Una señora gorda de mediana edad corría por en medio del paseo gritando que el fin del mundo estaba cerca. Otro señor caminaba a cuatro patas siguiendo a su torpe perro. Yo entonces decidí irme a mi casa. Pero entonces acertó a pasar por allí Colmerto Riyales caminando a pata coja. Paró y al verme me dijo que ya empezaba a cobrar su prejubilación mañana por la mañana y que entonces quería invitarme a desayunar churros con Maribela, su mujer. Nunca supe la edad de Colmerto y menos la de su mujer. Tampoco supe nunca en qué trabajaba; y menos su mujer.

Le dije que tenía prisa y me fui para casa corriendo sin parar.

martes, 2 de julio de 2013

LAS ALMAS BUENAS


L'homme blanc que n'habite pas l'esprit des ancêtres ignore que la forêt se nourrit de ses propes morts.
 Bernard Clavel: Maudits Sauvages

Fui al bosque profundo de la colina húmeda y fría
Y la niebla me envolvía
Las almas buenas vivían por aquellos parajes de silencio
Y siempre que llegaba caminando con mi mochila
Sentía el poder de dichas criaturas

Los árboles me recibían sin preguntarme nada
Me dejaban acercarme sin dar ninguna señal de recelo o fastidio o rechazo.
Las hierbas cedían ante mis pasos sin decir nada
Los pájaros me observaban con curiosidad lejana
Las nubes circulaban impregnándome de su húmedo aliento
Pero sin mostrarme puerta alguna que me impidiera pasar a su reino de inocencia
El aire frío me recibía como sabía
Lamiéndome el rostro como un animalillo mostrando cariño

Seguí el camino que me llevaba a la cumbre
Lentamente, sin prisas
Nadie me apuraba
Las hojas todas eran sonrisas
Y las piedras me miraban desde su imperturbable reposo
Dejaba que los pensamientos circulasen hasta agotarse
Los únicos rebeldes a cualquier soledad que los delatara

Llevaba conmigo el mundo en el pensamiento
Y las almas buenas lo veían revoloteando en continua lucha y conflicto
Quería vomitarlo y desparramarlo por el bosque
Para que los pájaros lo comieran poco a poco
Picoteando las pegajosas letras; deshaciendo las descarriladas frases
Y las confusas imágenes y las caóticas pulsiones.
Nadie mejor que mis bondadosas almas de pájaro
Para dejar mi espíritu en la quietud del silencio
Una vez deshilvanado y descompuesto el discurso del mundo

¿Quién era yo?
Todo el bosque pareció reverberar mi profundo sentimiento
Todos al unísono repitieron la misma pregunta en forma de vano aliento

¿Quién era yo?
La niebla me cubrió en su máxima espesura a pocos pasos de la cumbre
Y el viento sopló con fuerza suprema sobre mi figura
Las almas buenas me dieron entonces el don de la nueva mirada.

lunes, 1 de julio de 2013

UN POEMA DE MIERDA

Nos metimos por el tubo de desagüe del gran retrete público y privado
Nos deslizamos como culebras entre olores nauseabundos de orín y de mierda
Luego llegamos a un colector donde se juntaban las aguas fecales de muchas más cañerías y tuberías.
Seguimos deslizándonos entre toda aquella gelatina putrefacta
Y avanzamos hasta llegar a un verdadero mar de mierda a donde confluían todos los residuos de mataderos y granjas de puercos.
Allí nos refocilamos entre la viscosa masa más o menos licuada.
Nadamos y flotamos como peces que han encontrado su hábitat.

El mar de mierda y ponzoña se extendía muchas leguas a la redonda
En medio de una semioscuridad de gases fluorescentes
Y allí vimos muchos habitantes saliendo y entrando en el lodo
Buceando a cachos y respirando a intervalos
Parecían humanos o semihumanos o superhumanos
No supimos distinguir bien
Pero todos tragaban mierda por la boca y luego la expulsaban para luego tragar más todavía y así una y otra vez, sin final alguno.
Eran como seres mortecinos que vivían un letargo sigiloso
Tragando mierda y ponzoña en modo semiautomático
Para luego expulsarlo en cuasi eterno ciclo de libre circulación putrefacta

Pronto nos deslizamos entre ellos y vimos que nos miraban complacidos de su grata existencia.
Parecía ser una grata existencia.

Encontramos la salida a un colector de río y allí nos dejamos caer mirando hacia el sol.
Había mucha mierda en el mundo acumulada
Todas las ciudades guardaban su mierda en mares subterráneos
Para luego caer en ella.

Y ser felices los humanos de la mierda.
Medio dormidos en la mierda.

lunes, 17 de junio de 2013

ASÍ ES LA VIDA

Así respondía el Cohelet con algún viso de no disimulada amargura:

Unos eran mezquinos y envidiosos; su placer era humillarle
Otros sólo querían verle convertido a sus cerradas ideas y razonamientos
Otros eran generosos y más amplios de miras; su interés era reconocerle como era
Otros eran personas ocasionales: la vida en sus diversas modalidades

A través de los primeros la vida le resultaba odiosa
A través de los segundos encontraba que la vida le sofocaba en círculos cerrados sin horizontes
A través de los terceros recuperaba la confianza y la nobleza en el hombre
A través de los cuartos aprendía a navegar por el mundo con precaución y arte.

Y así aprendió a:
-Evitar a los primeros. El reflejo que obtenían de él siempre les resultaba  odioso.
-Escuchar a los segundos sin jamás entrar en su juego.
-Procurar rodearse de los terceros: son los que hacían de la vida una abierta aventura.
-Aunque jamás podrá librarse de los cuartos, ya que ese es su inexorable destino y rodaje."

Luego recostó su cuerpo avejentado sobre su mugriento camastro con los huesos doloridos y sus insoportables dolores de lumbago.

domingo, 16 de junio de 2013

1966: UN PAR DE DÍAS EN LIBERTAD


Un día fui a la Cuenca en bicicleta. Había salido por la tarde y la bici era una Orbea de un
solo piñón. Era una
tarde de sábado de verano y ya había trabajado la jornada en el taller de vulcanizados; así que le dije a mi madre que quería dar una vuelta en bici hasta Sama. Tenía 16 años y mi madre puso alguna oposición pues la visita a Sama implicaba hacer noche en casa de mi güela Josefa y luego salir al día siguiente por la tarde para volver. Pero la oposición no pudo con mi determinación y me fui a la Cuenca con la bici; pero hube de cumplir una condición. Mi madre oponía la idea de que los camiones me iban a ensuciar la ropa con sus tubos de escape y los humos grasientos que dejaban a su paso. Entonces para ceder algo en aquella suave negociación me comprometí a poner un mono de los que usaba para trabajar en el taller de vulcanizados y así fui a la Cuenca: vestido con un mono y pedaleando la pesada bici.

Pero la sensación de libertad que yo vivía en esos momentos era impagable. Disponía de dos días para hacer vida placentera a mi manera. La tarde era soleada y el clima más bien templado que caluroso. Subía el Alto de la Madera con la alegría de un animal suelto; y, luego al bajar volaba como un águila real. Pasé Noreña y El Berrón con la sensación de estar cambiando hacia el mundo que mejor respondía a mi libre imaginación. Libertad absoluta para soñar y dejar que las sensaciones de la naturaleza y del cielo y del aire y de las casas lejanas se tradujeran en clave de misteriosa o mágica alegría. Subí La Gargantada y luego ya con la vista de la Cuenca allá abajo con las chimeneas de La Felguera y el olor a azufre me dejé deslizar
cuesta abajo mirando las casas grises a un lado y otro de la carretera; los prados; los montes más lejanos con sus bosques cubriendo los pequeños valles intermontanos que siempre evocaban paisajes remotos de primigenia exploración aventurera. Y así feliz como un verderón llegué a La Felguera cruzando al momento su lóbrego paisaje industrial y ya más pausadamente crucé el Río Nalón por el Puente Nuevo de Sama cerca de la estación de Langreo. Seguí la carretera general ya sin adoquinado, y al llegar a la Plaza de la Salve me dirigí a La Llera donde vivía mi güela.

Llegué, saludé, mi gúela quedaba sorprendida de verme allí vestido con el mono y con aquellos ojos bonachones me dio la bienvenida. Me dijo que qué quería cenar y entonces yo dejé la bici en un rincón del portal de entrada a unas escaleras de madera que subían en forma de caracol a la buhardilla de mi güela, quité el mono y me fui a pasear por Sama a mi manera; disfrutando de mi libertad, de mi aventura personal. Y ya oscurecida la noche cené el consabido plato de patatas fritas con güevos y un choricín y me fui a la cama al cuarto vacío de los posaderos.

Al día siguiente amaneció un día de sol resplandeciente, de esos días en que Asturias muestra su paisaje verde frondoso desplegando con absoluta desmesura sus infinitas tonalidades de verde; sus diferentes valles y montañas en gradual ascenso hasta majestuosas cumbres y valles de ríos salvajes y cristalinos bajando en torrente hacia los valles más amplios de ríos ya más jóvenes pero sin perder el ímpetu de la fresca alegría todavía sin domeñar. Eso ya vendría después con los lavaderos de las minas, la filtración de mineral y grasas de las factorías; la descuidada basura y los desagües de retretes de todos los pueblos y ciudades. Ríos ya domados, obedientes, canalizados; castrados de vida salvo las ratas comunes. Y sabiendo que era la fiesta de El Entrego y que mis tíos Ángel y Sindo estaban allí pasando el día con mi tía Clementina, pues decidí coger la bici, y ya sin mono, me dirigí a El Entrego cruzando Ciañu y La Cobertoria después de pasar el Pozu
María Luisa. Una vez pasado Santana fui derecho a casa de mi tía y allí estaban también Ángel y Sindo con sus mujeres y todos contentos en un día alegre y soleado y entonces mis tíos decidieron ir a tomar un vermut a una cafetería de la carretera general y me invitaron como si ya fuera un hombre y tomamos los tres un vermut en una cafetería moderna mirando a la ladera de un monte y los efectos del vermut aumentaron mi alegría y sensación de que la vida podía ser de otra manera; de que detrás de la rutina y el trabajo seguía habiendo otra cosa; quizás un futuro de muchas sorpresas, con encuentros y situaciones todavía en formación; con un devenir impensable de nuevas personas, de nuevos escenarios; de rupturas con lo ya anclado como rutina e inercia establecida y así cambiar el rumbo de la vida.

Después de comer volví a Gijón de nuevo vestido con el mono.

jueves, 13 de junio de 2013

ALGO ESTABA PASANDO EN MI CIUDAD


Me tuve que levantar de nuevo a las tres de la mañana pues mi vecino daba gemidos como de animal
atrapado en un cepo. Era un vecino raro, extraño; apenas se dejaba ver y cuando parecía que ya podía ver su cara, pues era como si no tuviera cara y en su lugar había una jeta peluda baboseante y esto me daba un no sé qué porque no es normal ver una jeta así en una supuesta persona. Digo supuesta persona porque otra vez al meterse en el ascensor pude ver que sus zapatos eran muy grandes y que dentro casi le reventaban los pies, pero en realidad no eran pies, eran algo así como enormes bultos sin forma precisa que dejaban un olor a orina de sapo. Sin embargo ese vecino mío siempre llevaba libros enormes para leer que solía llevar bajo el brazo y parecían libros muy complicados, de temas muy difíciles; de filosofías extrañas jamás nombradas; de matemáticas con signos totalmente desconocidos y fórmulas que producían vértigo. Mi vecino leía y yo soy una persona que respeta mucho a las personas que leen.

Pero aquella noche era la segunda noche que mi vecino gemía como una bestia desconsolada; una bestia torturada por algún cepo o alguna trampa con clavos o pinchos pues sus gemidos eran de sufrimiento puro en su esencia y mi vecino era la persona, perdón, el ente más adecuado para expresar sufrimientos tan horribles. Yo no podía dormir y estuve tentado a subir y preguntarle si podía hacer algo por él. Pero al cabo de veinte minutos muy largos se fue apaciguando y pronto oí sus ronquidos estertores que de un modo paulatino acabaron en un simple respirar, pero de un respirar inquietante; un respirar enfermizo, quizás un respirar agónico. Al día siguiente mi vecino se levantó pronto. Creo que eran las seis de la mañana. Se metió en la bañera y comenzó a chapotear como si fuera una alimaña destripando conejos o gatos. Luego se puso a afeitar la jeta y el sonido era como un raspar sobre piel escamada, quizás piel de reptil. Me tuve que levantar porque no podía soportarlo y muerto de sueño me hice un café. Afuera llovía y hacía un frío desolador. No había nadie por la calle, pero la ciudad se iba quedando poco a poco sin habitantes aunque ya habían hablado de repoblarla con gente, con nuevos inmigrantes de otras tierras lejanas. Las fábricas se quedaban vacías por no tener obreros ni técnicos capaces de sostenerlas. Los enormes centros comerciales se quedaban medio vacíos y los inmensos espacios se tornaban lúgubres.

Me puse entonces a manejar mi frío ordenador y la pantalla parecía transformarse en un túnel absorbente
como una ventosa y una vez dentro del túnel veías todos tus datos y los datos de tus antepasados milenarios y tu banco genético y tu ADN en tres dimensiones; y tus pensamientos todos proyectados en forma de
imágenes delirantes. Entonces tres personajes vestidos de gris y con corbatas y sentados en una mesa ordinaria decían y repetían que tú eras culpable de todo tipo de subversión y que ya en tu código genético estaba escrita tu blasfema culpabilidad. Decidí entonces apagar mi ordenador y salir a dar un paseo matutino bajo el frío y la lluvia perenne. Al coger el ascensor allí estaba mi vecino. Miré bien su jeta, perdón su rostro, y sonrió con una boca muy grande, una boca enorme; una boca que no era humana; una boca de reptil o de sapo o de lagarto. ¡¡Todo menos una boca humana!! Luego vi que tenía ojos, pero estaban ocultados por unas gafas tremendamente gruesas que los empequeñecía hasta el infinito. Todo lo demás estaba cubierto por una gabardina llena de manchas grasientas y coágulos de sangre ya rancia. Me dijo entonces con voz trémula que se iba a trabajar; pues era profesor de la universidad de Gbtrwer y que su materia era filosofía cósmica.

Llegamos al portal y allí nos despedimos. Algo estaba pasando en mi ciudad. Algo extraño.

viernes, 31 de mayo de 2013

TOCANDO LA CORNETA CON HEIDEGGER


Los testigos de Jehová leen a Heidegger de casa en casa
Y con delicadeza suprema llegan a la raíz de la metafísica
Y ¡zas!
La cortan de cuajo.
Luego invitan al ama de casa a convertirse en un Dassein
Que ha de bailar (con su marido) entre el Ser y el No-Ser.
El ama de casa les cierra la puerta de un portazo.
(De nuevo el Ente se cierra en la Idea de Platón.)
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Triste noche, triste día
Se hace de noche y todos se retiran
No he visto a nadie reírse
Todos hablan de la crisis y de la mala salud
Y pasan de largo sin fijarse en mí

Así que cojo mi corneta de hojalata y mi tambor de cartón
Me subo en un banco del parque y me pongo a tocar
Alguien me mira y se queda alucinando
Otros comienzan a pararse
Y yo tocando y aporreando mi dulce tambor de cartón
Mientras por el rabillo de mi ojo veo a dos niños bailando.

Un perro me mira con cara desconcertada
Mirando a su dueño como preguntándoles si ha llegado el momento de ladrarme.
Ahora hay mucha más gente
Y todos se fijan en mí

Hay monedas en el suelo
Hay mujeres que quieren besarme
Hay extraños que envidian mi porte.

Pero ya se está haciendo de noche y las luces de farolas nos iluminan
Bajo del banco
Recojo las monedas y me voy bajo la luz de la luna.

jueves, 30 de mayo de 2013

SIENTO QUE TENGA QUE SER ASÍ

Si no descubres el instante, no aspires a descubrir el sentido en la vida o en la historia o en la política o en la
ciencia o en D-ós.

Si no sientes el placer del absoluto momento, no aspires a obtener ese placer en los múltiples e infinitos sustitutos que te ofrece el mundo por medio de los sentidos, del pensamiento, de la imaginación.

Es el instante cuando se vuelve extraño; el momento cuando lo encuentras totalmente desconocido; cuando repites de nuevo lo aburridamente familiar y así de pronto es todo absolutamente nuevo, fresco, irreconocible.

He ahí tu esencia y existencia.

domingo, 19 de mayo de 2013

LA CAMINATA SIGUE

La caminata sigue. He entrado en el club de amigos y me siento mientras la música de tocadiscos suena con
las canciones de moda del momento. Hay tres parejas bailando. Dos chicas me miran mientras bebo mi cerveza. Una es Lida Isandrop, pequeña, morena; cara guapa y sonriente. Parece que el mundo nos sonríe y el mundo es muy extenso y hay mucho camino que recorrer en cualquier dirección que escojamos. Lida y yo estamos bailando y ya somos cuatro parejas. La canción dice algo de un amor traicionado, pero cuando acaba un rock extraño inunda la sala. Es Jim Morrison rompiendo y estirando la realidad hacia el otro lado desconocido. Lida y yo ahora nos volvemos ritmo. Somos ritmo. El ritmo nos arrebata y escogemos un camino. Las calles de la ciudad nos quedan pequeñas. La realidad se va estrechando y el camino parece claro. Estoy confuso. ¿Es ese mi camino? ¿Por qué me dejo arrebatar con tanta facilidad? ¿Por qué dejo que la pasión nos envuelva y entonces el camino se va fijando en algo cada vez más rutinario y conocido? Hemos salido del club de los amigos para seguir una ruta falsa sin salida; una ruta de inocencia, de engaños, de ilusiones que se desvaneces tan pronto como aparecen. ¿De verdad creemos en todo esto?

Dejo a Lida en el club con su amiga y me alejo por las calles solitarias de una ciudad anochecida. Me voy a casa. Es todo provisional. Me recuerdo que es todo provisional. Que estoy en un viaje infinito. Pero la imagen de Lida es otro fantasma más que apunta hacia ese horizonte de cielo relampagueante y sonido de truenos. Más allá de la tormenta hay otra realidad, siempre hay otra realidad más allá del mar, del río, del desierto, de la pradera, de la ciudad.

domingo, 12 de mayo de 2013

LA CONSPIRACIÓN CIENTÍFICO-RACIONALISTA CONTRA EL OSCURANTISMO


 PRIMER ATAQUE

Estaba disfrutando de una sesión espiritista cuando de repente entró una cuadrilla de los científico-racionalistas que nos empezaron a increpar y a llamarnos oscurantistas e irracionalistas. Por suerte uno de
los espíritus que estaba apareciendo en ese instante era un bárbaro equipado con una porra de hierro y empezó a dar mazazos a la cuadrilla, los cuales al ver el poder real de aquel espíritu pensaron que era alguien de nosotros disfrazado. Yo les dije que se fueran cuanto antes, pues no nos haríamos responsables de lo que pudiera suceder ya que no podíamos controlar ese espíritu en concreto. Les dije que las fuerzas del más allá eran impredecibles en algunas ocasiones. Ellos entonces me empezaron a llamar irracionalista, tramposo, oscurantista de mierda y me amenazaron con llevarme, en cuanto tuvieran ocasión, a un centro de rehabilitación mental para borrarme mis ideas equivocadas y reprogramarme con una visión científico-racionalista de la vida. Yo les dije que se fueran a tomar por el culo y nos dejaran en paz y si no pues les volvería a echar sobre ellos al espíritu bárbaro con su porra de hierro como si fuera un perro rabioso. Ni que decir tiene que salieron de nuestro salón cagando hostias.

(De las crónicas de Mirko Melkano)

SEGUNDO ATAQUE

---Y ahora, agobiado y encadenado por la opresiva y la despótica Razón, me retiro a mis fríos
aposentos poblados de chinches y ratas nauseabundas---dijo el conde Kjadrtw---. He abierto el ventanuco y afuera una indomable tormenta ruge con fuerza destructiva. Los ejércitos de la Razón y la Ciencia rodean mi triste palacio. Vienen equipados con potentes luces y con brillantes espejos. Poco a poco van entrando sus soldados equipados con sofisticadas maquinas que van destruyendo y disolviendo mi antiquísima fortaleza ya abandonada. Muy pronto estarán aquí en mis mismos aposentos una vez mis escualidos siervos y famélicos esclavos se hayan rendido ante tan formidable ejército. A medida que van entrando la luz va iluminando los lóbregos pasadizos de mi fortaleza. Incluso cuando miro afuera por el ventanuco veo que la tormenta va cediendo a la brillante luz del sol. Creo que me estoy volviendo ciego. Tanta luz es insoportable. Pero ¿qué es lo que oigo? ¡Ah! Mis escuálidos siervos están cantando y mis famélicos esclavos gritan que son libres. ¡¡¡Agghh!! No puedo más, parece que me ahogo ante tanta luz, claridad, libertad, conocimiento. Incluso mi ventanuco es ahora un inmenso ventanal de claridad y transparencia y puedo ver entre las escamas de mi perturbada vista a una humanidad alegre que bailan en corro y se divierten viendo mi fortaleza invadida y ya casi destruida. Agggghhhhh!!!

( Las crónicas de Hsntrw Mklsotyr)

lunes, 6 de mayo de 2013

AGÁRRESE A LA REALIDAD ANTES DE QUE DEJE DE SERLO

Mientras pasaba la voluminosa aspiradora por la moqueta verde creyó ver una figura
escondiéndose entre la ropa colgada en los percheros de exposición de la sección de señoras. Paró la máquina un instante y miró hacia donde creía haber visto la figura o silueta. No veía nada. Pero no estaba conforme. En aquel momento era el único que hacía limpieza en aquellos grandes almacenes con el abultado aparato rodante. Nadie solía ponerse a jugar al escondite a hora tan intempestiva de madrugada. Así que fue hacia los percheros y efectivamente alguien, al verse sorprendido, salía corriendo y se perdía por la oscuridad de los pasillos embaldosados. Pudo ver una figura pequeña de estatura y cubierta por una especie de albornoz blanco. Se quedó perplejo. Era evidente que alguien había logrado burlar la última revisión de seguridad la noche anterior y había pasado la noche oculto en cualquier probador o durmiendo entre los percheros.
Sin pensarlo más se dirigió hacia la oscuridad del pasillo no sin cierto temor. Ese alguien podría ser peligroso; o quizás pudiera haber más personas con él o ella. Intentaría mirar. Penetraría la oscuridad nada más que unos metros. Y así lo hizo.

— ¿Hay alguien ahí?—, gritó un par de veces. Luego fue el silencio total. Un silencio que le hizo estremecer por un momento. Llamaría a seguridad cuanto antes. Pero cuando daba la vuelta alguien lo llamó por su nombre. Fue como un susurro. Un susurro que le hizo sentir un fuerte escalofrío. Se paró en seco.
—Rick. Estoy aquí. He venido a verte. — El susurro parecía surgir de detrás de un mostrador apenas perceptible.
—No puedo creer que seas tú. Tú ya no eres nadie. No puedes estar ahí porque no eres nadie.
—Rick, tienes que venir conmigo; deja esa puñetera máquina y ven conmigo.
—Tú no eres más que una ilusión en mi cabeza. He soñado contigo muchas veces. A veces te has aparecido como una especie de ángel capaz de sacarme de los atolladeros; pero otras has sido mi peor pesadilla.
—Rick, déjate de tonterías y ven conmigo. Si te acercas más podrás verme y tocarme.
Rick se fue acercando hacia la silueta ya más visible del mostrador. Estaba temblando. Tocó el mostrador y se quedó quieto. Unos metros más allá seguía dominando la oscuridad. Cerró los ojos y se concentró con fuerza. Tenía que ser valiente. Era el momento de poder demostrase a sí mismo que las personas ahí afuera siempre son de carne y hueso; como sus compañeros de trabajo, como la gente normal de la calle. Si ella era real entonces era el momento de saberlo.
Dio un par de pasos sigilosamente y entonces sintió cómo alguien le cogía la mano. Era una mano suave, pero extrañamente fría. Un frío que se fue apoderando de todo su cuerpo hasta reducirlo a un manojo de convulsiones. La cabeza se le iba, no podía controlarla.

Mr. Patterson, el supervisor, encendió las poderosas luces de neón. Había creído oír algo así como susurros
y pasos. Era imposible que alguien anduviera por la planta principal cuando aun no había entrado el personal de limpieza por la puerta de servicio. Era casi imposible que alguien antes del cierre del día anterior se hubiera quedado escondido en ningún rincón, pues la última revisión de seguridad era exhaustiva. No obstante haría el recorrido preceptivo en estos casos previo aviso a seguridad. Las luces eran potentes. Potentes luces de neón que no permitían la proyección de ninguna sombra; de ningún pliegue y repliegue de mínima oscuridad. La claridad y transparencia eran absolutas. Mr. Patterson, sin embargo, estaba casi seguro de haber oído extraños susurros en la oscuridad; quizás hasta haber visto y sentido algo; pero ante aquella extraordinaria transparencia en un espacio de perfecto orden era imposible que eso sucediera. Así que todo lo achacó a las pastillas que le había dado a tomar el Dr. Gimatti para vencer sus continuos delirios y obsesiones desde que vivía solo después de haber fallecido su mujer.

viernes, 26 de abril de 2013

LOS SEMÁFOROS EN ROJO DE LA VIDA

Ha de cruzar un semáforo. Ha de esperar para cruzar. Son unos segundos, quizás algún minuto. Mira enfrente y ve gente desconocida. Caras anónimas. Algunas miradas se cruzan. Se abre el semáforo y se cruzan, pero no hubo más relación que ese instante. Enseguida ya todo ha quedado en el olvido. Nada concreto queda en el recuerdo, salvo los ya incontables cruces de calle con semáforo que forman una vaga impresión general de cruces de semáforo. Miles de rostros contemplados en la otra acera que no han dejado
ni el mínimo rastro reconocible. Todo vago y anónimo.
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Había llegado a la fábrica con gana, con ilusión. Su trabajo le liberaba de sus angustias, de sus miedos y ansiedades. Se agarraba a la máquina y comenzaba a moldear piezas de metal con gusto, con ritmo, con plena seguridad y dominio de lo que hacía. Cuando acababa aquel modelo de moldeado, pasaba a otro. Ya sabía cómo hacer el cambio de troquel; ya conocía los diferentes troqueles y los consabidos ajustes. Ya sabía cuando engrasar la máquina, cuando reemplazar alguna pieza gastada; algún piñón, algún tornillo; algún retén carcomido. Era feliz durante aquellas ocho horas. Sumamente feliz porque era el único sitio donde poseía el control de su vida. A veces trabajaba más horas y; de, haber sido posible, también hubiese trabajado domingos, vacaciones y días de fiesta. Cuando llegó su hora de jubilación no supo que hacer con su vida y cayó en una fuerte depresión. Pasa ahora sus horas en una clínica psiquiátrica subvencionada donde se dedica a recortar fotos de periódicos, luego anuncios; y más tarde pasa a las revistas viejas.
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Tenía quince años cuando bailó con Lola. Fue algo extraño. Primero la vio bailando con Fortunato Pervelones: luego con Jacobo Nistales; y al final se quedó quieta sin nadie que la sacara a bailar. En ese momento llegó él y le pidió bailar aquella canción de amor de Pibe Jocamunto. Ella se echó a sus brazos y él sintió una tremenda e instantánea conmoción corporal. Lola era ya
una mujer y sus tetas se apretaban contra él de una forma perversa, provocativa, agresiva; desconcertante, inquietante. Se sentía poseído por una fuerza arrebatadora y su apéndice sexual crecía tan desmesuradamente y bajo tanta presión emocional, que en cualquier momento su cuerpo se podría llegar a diseminar en puros flujos de placer cósmico. Lola arrimaba la cara buscando el punto débil de aquel muchacho tan obcecado. La muchacha le incitaba a ser un macho; un verdadero macho peleón. Pero cuando todo ello alcanzaba un crescendo de intensidad insoportable; sintió él cómo alguien le empujaba y le sacaba de los viscosos tentáculos de un placer abrumador, para ocupar con brutal arrogancia el sitio que él dejaba. Lola ahora quedaba fuertemente abrazaba a Pocordión del Hurtadillo; un mozo bravo y animalmente desarrollado, con algo más de veinte años. La nueva pareja se fue alejando de él mientras Lola lo miraba ya a distancia, con risa burlona y adosada a aquel cuerpazo de toro en celo de Pocordión. Apretaditos, bien apretaditos bailando embelesados la dulzarrona canción de Pibe Jocamunto. Fue la primera vez que él entendió qué era eso de estar quemado; la amargura de estar quemado.