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domingo, 24 de junio de 2012

LA REUNIÓN DE LOS CLANES

A veces es posible la confluencia de intereses en un campo abierto y común. La fiesta entonces adquiere su extático poder y la embriaguez es la alegría en pleno. Suena la música y todo parece compenetrarse con la misteriosa naturaleza nocturna que rodea el terreno. Arriba, el cielo plagado de estrellas parece hablar un olvidado idioma. Hasta los dioses se abrazan en una ceremonia común.

A veces ocurre. Y surge cuando menos se espera.
Campos abiertos de confluencia de territorios comunes.
He visto con mis propios ojos cómo los clanes de Gabrtwert y los Klabnsdt se juntaban para compartir, para celebrar, para jugar. Todos mostraron sus proezas, sus logros, sus nuevas herramientas, su exuberante ganado.
Duró tres días. Campo abierto y común.
Luego cada clan se fue por su sitio, hacia territorios lejanos; más allá de las montañas y del Gran Desierto.

viernes, 22 de junio de 2012

¡¡TA TA CHIN!! BEWARE OF CONAN THE BARBARIAN

El aburrimiento te situa en el hastío. El hastío es asco por todo. Las energías dan vueltas en punto muerto. Nada te atrae, todo lo contrario: te repele. A veces existe la sensación de que todos los intentos por encontrar sentido se han frustrado, apagado, entumecido. Es como si el mundo te diera un corte de manga absoluto y se riera de ti diciendo: “Qué te creías, majadero; por mucho que te imagines o pienses aquí no hay nada más que absurdo y sin sentido. Por mucho que le des vueltas a las cosas al final vuelves al punto cero. Me lo paso bomba contigo y con muchos como tú. Las cosas ocurren y punto. ¿Te has dado cuenta que todo es efímero y que con lo efímero circula así mismo un transfondo de sádica y malvada perversión?”.

De repente mi vieja amiga Imaginación me llama desde lo lejos. Las nubes del aburrimiento parecen disiparse. Al momento el escenario del mundo me llama para la batalla; siempre hay una batalla que librar en este mundo y nada ni nadie se mantiene en una postura neutral. ¡Librad los cautivos de las mazmorras! ¡Meted a los viles en las mazmorras! Tirad las mazmorras, pero al mismo tiempo id construyendo las nuevas.

Vuelve la energía. La vitalidad. Las ganas de luchar. Vuelve el sentido, la razón de las cosas.

¡¡¡Ta ta chín!!! ¡¡¡He aquí Conan el Bárbaro en la cima de la montaña!!!!!!!

OH, SOL, GRAN SOL; ILUMINA NUESTRA TIERRA

Nunca salía el sol en el verde país de Bhulwep. Todos los días llovía y los cielos eran grises encapotados. Los inviernos eran duros y la nieve nos cubría hasta las orejas. Y así siglos y siglos; muchos siglos. Los habitantes de Bhulwep nos habíamos acostumbrado a vivir en esa permanente penumbra. Nuestro carácter era también gris y melancólico.

Nuestras leyendas nos hablaban de aquellos días pasados cuando la bola de fuego llamada sol alumbraba nuestros territorios, pero un día por orden de los dioses del Consejo de Malkut, el sol dejó de brillar y la penumbra nos cubrió. Nos había caído la maldición por nuestros males y extravíos. Y así por siglos y siglos hasta que la amargura más negra nos fue minando el carácter y vida social. El pueblo del país de Bhulwep se moría de tristeza y amargura.

Pero un día salió el sol.

Un día salió el sol y nadie sabía cómo reaccionar, nadie sabía qué hacer. Las leyendas milenarias hablaban de la bola de fuego llamada sol, pero ya nadie sabía cómo recibirlo. De repente, el cielo se hizo azul y el sol se hizo rey del universo. Pero a medida que tratábamos de mirar y recibirle con nuestros débiles ojos su luz nos fue cegando uno a uno.

El sol había salido con toda su potencia, pero ahora éramos todos ciegos en el país de Bhulwep.

jueves, 21 de junio de 2012

BOOKSTORE

En el escaparate me puse a ver libros. Los libros eran títulos sugestivos la mayoría. Los libros me crean cierta ansiedad: quisiera leerlos todos. Quisiera comprarlos todos. Quisiera tener el tiempo del mundo para leerlos todos. Qué placer el de la lectura en solitario en la cama sabiendo que al día siguiente no hay que madrugar. El dialogo silencioso del texto con mi mente, con mi conciencia. Qué placer leer ese libro que te abre nuevas vistas con una taza de café fresco por la mañana, sabiendo que no hay que ir a trabajar.

Se puso a llover y seguí mi paseo por la ciudad bajo el paraguas.

jueves, 14 de junio de 2012

EL GRAN ABISMO JAMÁS VISTO (Y EN LAS MISMAS INMEDIACIONES DE XIXÓN)

Cogí el coche aquella tarde y me metí por carreteras comarcales que tiraban al monte. Llevaba música de Bob Dylan y el paisaje era verde frondoso, con muchas tonalidades de verde, con prados a un lado y otro, pero también pequeños bosques de castaños, de hayas, de robles y otros. Pero también de destructivos eucaliptos que en esta región norteña de la península generan mucho dinero por la cuestión de la industria del papel y otros derivados. Entonces se prefiere agotar terrenos inmensos de monte a favor del eucalipto, ahora en el presente; y, luego en años venideros pues ya veremos cómo acaba toda esta erosión. Y, como dicen aquí en esta región: “el que venga detrás que arree.” Se veía un paisaje bucólico, de romanticismo profundo; lleno de colinas de mucha pendiente que formaban pequeños valles de ensueño, pero era también un paisaje desordenado; abandonado. Se notaba descuido y cierta desidia. En algunas zonas, sin embargo, se notaba otra conciencia respecto al paisaje: había más cuidado, más esmero. Toda una mezcla de actitudes e intereses.

Poco a poco fui subiendo una colina. La subida se fue haciendo más pendiente hasta llegar a meter la primera. Tiré así por un tiempo que me pareció eterno. Por fin llegué a una especie de pequeño llano y luego la carretera acababa en una especie de aparcamiento cerca de una mansión. La mansión se anunciaba como un bar-hotel. Me pareció extraño aquel inesperado paisaje, pues más allá del llano y del aparcamiento solo se veía un límite final a la carretera y a la colina. Fui acercándome al aparcamiento y de repente me di cuenta que el límite de aquel terreno era un inmenso barranco, quizás algo así como un descomunal cañón de una altura increíble. Me entró cierto vértigo. ¿Cómo era posible que existiera este atroz accidente geológico a varios kilómetros de mi casa y mi ciudad y yo, y la gente conocida, jamás habíamos oído hablar de tal impresionante barranco? Salí del coche y al ponerme a mirar creía que estaba mirando a una de esas grietas cataclísmicas del planeta Marte o de cualquier novela de ciencia ficción. Me entraba un sudor frío que desembocaba en un auténtico paroxismo provocado por la inexplicable sorpresa que me inundaba todas las vísceras. Era una auténtica proeza geológica que no acababa de asimilar. Quise arrimarme y mirar hacia la profundidad y no veía más que roca vertical sin percibir fondo alguno dentro de las medidas racionales a que estaba acostumbrado mi cerebro en esta región. La distancia de la otra orilla la calculé grosso modo en cinco kilómetros.

Con el aliento medio cortado me dirigí al bar-hotel. Al entrar había varios hombres con atuendos de escaladores o montañeros. También había como un grupo de chavales de los Boy-Scouts con sus uniformes y distintivos. En otra mesa solitaria había una señora ya mayor bebiendo una cerveza. Uno de los ventanales daba directamente al inmenso vacío. Me arrimé y quise ver a un kilómetro o más de profundidad vertical algo así como un río de gran caudal. La gente sin embargo parecía estar allí con toda naturalidad. Hablaban entre ellos. Contaban anécdotas que no lograba entender. Los boy-scouts seguían las instrucciones de un guía que supongo les estaba explicando en qué iba a consistir la excursión hacia el abismo. Fui a la barra y pedí una caña. El barman me sirvió con la mayor naturalidad del mundo. Yo me atreví entonces a preguntar.

—Oiga, ¿cómo es posible que tengan ese abismo ahí mismo y gente como yo que vivimos en Gijón; o sea, a dos pasos de aquí, no nos hemos enterado de su existencia ni de la existencia de este bar-hotel?
El barman entonces sin dejar de colocar unos vasos en el lavavajillas me respondió con toda tranquilidad.
—Qué quiere que le diga. El Barrancón lleva aquí desde que se hizo el mundo, supongo yo. Yo siempre lo conocí aquí y aquí puso el negocio mi padre hace ya cincuenta años. Clientes no nos faltan. Ahora con Internet y las guías de viaje tan buenas, pues nos llega gente de todo el mundo y se lo pasan bomba viendo esta maravilla. Tenemos algunas rutas de excursión muy seguras, pero llegar al fondo es algo que solo los mejores y más preparados en el alpinismo pueden hacer. Abajo está el Gran Río y luego dicen que hay todavía restos de una antigua vía minera con sus túneles ya hundidos. Yo nunca bajé a verlo, pero algunos que bajaron sí lo cuentan. — Seguidamente el barman fue a atender a la señora que le estaba haciendo señales.

Yo, impresionado, seguí viendo aquella maravilla de la naturaleza desde el ventanal. ¿Cómo era posible que jamás de los jamases nadie de mi entorno social o familiar me había hablado de aquello? ¿Y la prensa y la televisión local? Nadie, absolutamente nadie, se había dado cuenta de aquel abismo y sus posibilidades. Me di cuenta ahora que estaba más cerca que los scouts hablaban una lengua nórdica y los alpinistas parecían hablar francés canadiense. Acabé la caña, pagué y me despedí. Fui al coche y me fui alejando despacio de aquel sitio. Cuando llegara a Gijón, pensaba yo todo emocionado, tendría mucho que contar, sería el primero que supiera anunciar a todo el mundo lo que teníamos a tiro de piedra y sin ser capaces de verlo. Sin ser capaces de verlo. Sin tan solo ser capaces de haber llegado nunca a ello.

La música de Boib Dylan seguía sonando con su tonalidad nasal.

lunes, 11 de junio de 2012

UNA SÓLIDA Y ABSOLUTA MÁQUINA CÓSMICA

Encontré este documento escrito con letras góticas dentro de un libro viejo sobre divulgación científica que estaba en uno de los rincones más alejados de la sección de libros raros de la Menphistes Grand Library, de la gran ciudad de Hjkplkg. Me puse a leerlo y quedé desconcertado. Decía así:

“Me apasionaba la ciencia. Era magnífico leer los grandes descubrimientos físicos, los grandes descubrimientos astronómicos. Ver cómo la razón a través de la investigación y la intuición llegaban a desentrañar verdades sobre el funcionamiento de la naturaleza. La ciencia requería pasos seguros, certezas probadas; y sobre todo la gran satisfacción de estar en la única verdad posible, demostrable y trasparente para todo ser humano que quisiera conocerla.

“Poco a poco me di cuenta que tan solo éramos máquinas sincrónicas. El cerebro humano, él mismo producto de la naturaleza; buscaba llegar a una perfecta sincronía con su exterioridad, hasta hacerlo funcionar como una manejable identidad. Éramos simples máquinas biológicas en proceso de autodescubrimiento.

“Por eso edifiqué mi ética en la simple precisión de la razón científica. Me deshice de las emociones a base de enfriarlas, de no darles alimento vano; de entenderlas como simple energía descontrolada buscando ser encauzada de un modo seguro, disciplinado, objetivo, real. Las religiones y sus substitutos ideológicos de tipo político ya habían perdido jurisdicción en mi conciencia: las ilusiones vanas seguían ahí como tumores de la conciencia que solo esperan la muerte para desaparecer de una vez y por todas.

“Considerado el universo en su absoluta impersonalidad; en su infinita objetividad y realidad, llegaba a ser un universo maravilloso.

“Yo, Sedrukmer, vivía esa absoluta soledad maquínica y era el hombre más feliz del mundo.”

Discretamente metí el documento en mi bolsillo y salí de la biblioteca. Por fin había encontrado la verdad que tanto ansiaba.

jueves, 7 de junio de 2012

EN NARTSONVILLE HAY COSAS QUE PASAN QUE NUNCA NADIE SABE POR QUÉ PASAN

Llegaba a Nartsonville con el alma vacía y el cuerpo cargado de pecado. Había salido del pueblo hacía casi 40 años. Era todavía joven cuando se dio cuenta que no podía seguir viviendo en Nartsonville. Que posiblemente lo acabarían matando. Su padre era un maldito alcohólico que le hacía trabajar como si fuera uno de los esclavos negros de Murphy Brown, el dueño del rancho Conchita Plains. Además, él mismo, ya empezaba a matar su tiempo libre bebiendo matarratas en el saloon de Debbie MacCoullogh e intentando coger gratis a Louisa Tindal la prostituta coja con la cara llena de dudosas cicatrices. Nadie sabía qué edad tenía Louisa, pero todos en Nartsonville sabían que llevaba demasiado tiempo como para acordarse nadie del día en qué llegó al pueblo. Quizás podía ser su misma abuela, pero él era todavía demasiado joven y con demasiados impulsos pendejos para distinguir edades o despiadadas cicatrices.

A veces se peleaba recio con los hermanos Folkson o se iba a cazar coyotes al mero desierto con el mexicano Joe Garza. En ocasiones tardaban en volver dos días y cuando llegaban a casa estaban medio muertos de hambre y sin ninguna señal de haber cazado nada. Sí, en Nartsonville la vida era dura y perra. Tan solo le gustaba la guayabita Jane, la hija tan bonita del Reverendo Cullman que tantas veces le sonreía cuando alguna vez se dejaba caer cerca de la iglesia o en el colmado de John Buchanan. Qué linda era la Jane. Cuántas veces la tenía presente antes de caer dormido. Tan linda ella y con un padre tan ojo de culo y tan estirado como el coyote disecado que tenía el barbero Tom "Furry" Fergusson en la vitrina.

Un día el Reverendo Cullman le citó a su oficina para supuestamente darle un recado para su padre. pero una vez en la oficina el Reverendo le dijo que como intentase seducir a su hija Jane lo acabaría matando como a un perro. Dicho esto el pastor se levantó de la silla y acercándosele por detrás disimuladamente le dio un par de fuertes bofetones que lo dejaron aturdido por un tiempo. "Ahora váyase de aquí y no se le ocurra mirar a mi hija, hijo del Diablo", dijo el cabrón del predicador lleno de encendida ira. Fue ese mismo día cuando quemó la iglesia del Reverendo y luego decidió no volver jamás a su casa. Galopó como el viento hacia el norte con Wino, el caballo más apreciado de su padre, y nunca más se supo del muchacho.

Ahora volvía ya chingo viejo y con el rostro arrugado de profundos surcos que indicaban una vida de duro trabajo, o quizás de puro desgaste pendenciero por los bajos fondos de muchas ciudades; o quien sabe pues sino habría estado navegando por los mares de Dios y retozando con puras viejas pedorras en cualquier puerto lejano. Nadie lo supo. Simplemente ató su mula cubierta de polvo delante de la tienda de Mary Buchanan, la hija de John y dijo a Clermon Morgan que en aquel momento se cruzó en su camino, que su alma estaba vacía y su cuerpo lleno de pecado y que volvía a su pueblo para dejarse morir, pero que lo mismo lo podía haber dicho a un perro o al primer borracho tumbado en la cuneta, porque le daba igual a quien o a qué se lo decía. En lugar de saludar y presentarse como lo hacen los forasteros decentes, simplemente le dijo al viejo Clermon eso del alma y el cuerpo y las ganas de morirse. Luego se dirigió al saloon que ahorita regentaba Polly, la hija mayor de Debbie MacCoullogh, y pidió una botella de whisky.

Algunos dicen que de puro pedo que estaba trató de molestar a Polly y que entonces el sheriff Williams se vio obligado a intervenir y que así comenzó la balacera. Otros dicen que de tan puro pedo que estaba simplemente cayó por las escaleras y se lastimó tan feo que murió al momento al golpiar una piedra con la cabeza. Otros dicen que todo eso era mentira y que el cuate simplemente se disparó a la cabeza cuando ya estaba chingo pedo de whisky. Nunca nadie supo la verdad, pero tampoco nadie supo porqué a la mañana siguiente su cadáver apareció medio comido por los buitres a la misma vera del desierto, el cuerpo lleno de agujeros y la boca llena de páginas impresas de la Biblia King James que un día había estado en el atril de la vieja iglesia metodista chamuscada hacía muchos años..

En Nartsonville hay cosas que pasan que nunca nadie sabe por qué pasan.