Buscar este blog

miércoles, 12 de diciembre de 2012

LA BANDA SIEMPRE AVANZA POR NUEVOS TERRITORIOS

En realidad a cualquier sitio que intentamos ir nunca llegamos a descubrir el verdadero corazón de ningún pueblo. La banda proseguimos hacia el territorio que conocíamos como Kshdgtye y allí nos encontramos con algo que nos atrajo y nos hizo despertar afectividades mil y llegamos hasta copular entre los árboles de uno de los bosques para intensificar el placer que el sitio nos producía. Pasaba un río mediano de orillas llenas de maleza subtropical y  bichos que saltaban de un sitio para otro. Si nos fijábamos un poco hasta podíamos ver alguna serpiente venenosa zigzagueando: y si seguíamos mirando las tortugas salían a tomar el sol y además los árboles hacían unas sombras muy curiosas sobre el agua; pero  todavía si seguíamos mirando al río podíamos dejarnos llevar por la corriente y perdernos río abajo hasta posiblemente llegar al territorio de la tribu de los Asewrtyer. Pero no. Era mejor seguir recorriendo y explorando entre rocas y penetrar las cuevas y correr hasta llegar a una especie de cabaña abandonada antes de que la tormenta que arreciaba nos pillara de lleno. Una de las hembras, Bvsfatyopa, se acercó a mí y me susurró que uno de los machos, Bshvafrts, estaba muy caliente y quería copular con ella. Yo le dije que a mi no me importaba, pero posiblemente a otro de los machos sí. Le hice una señal en dirección a Hsbgatr, un macho muy celoso que sabía que la deseaba. Era mejor que esperara a un momento más apropiado cuando fuere posible escabullirse entre la vegetación de Kshdgtye. Ella asintió.

Cuando la tormenta cesó, vimos a lo lejos a un macho desconocido que vestía una especie de túnica de tejido rojo muy sucio. Nos hizo señas para que nos acercáramos y además nos hizo la señal de la paz con lo cual allá fuimos. Nos dijo que se llamaba Trsdjkop y que le había sorprendido que una banda como la nuestra se hubiera adentrado al territorio de Kshdgtye. Nos fijamos y vimos que era un macho envejecido prematuramente pues sus arrugas no correspondían con la textura de la piel; quizás era un tomador de gatruow, ese líquido apestoso que producía alucinaciones y que dejaba  las entrañas desgastadas como un cuero. Trsdjkop se fijaba en las hembras de la banda y se le notaba un deseo contenido, pero pudo controlarse y nos dijo seguidamente que si queríamos caza lo mejor era meterse por el bosque de la derecha. Sacó un extraño odre y nos ofreció vino de su poblado. Era costumbre por estas tierras ofrecer vino o sidra de la tierra. Así que bebimos sin miedo y ¡por los dioses huidos a los cielos!, qué gran bebida era aquella que nos hizo ponernos locos de contentos y así fuimos perdiendo un poco el control de las cosas aunque siendo nosotros mismos la banda, la misma banda; pero el cabronazo de Trsdjkop estaba metiendo mano a Bvsfatyopa mientras nosotros bailábamos. Le pegué con mi bastón sin más intención que para darle un aviso. Todo quedó entonces reducido con el paso de los minutos a un silencio y nos pusimos a asar carne de onagro joven al fuego. La noche se acercaba y una vez acabada la cena Trsdjkop se puso a entonar cánticos de gran evocación que penetraban en la oscuridad buscando quizás algo que siempre retrocedía por mucho que quisiera alcanzarlo. Pronto era hora de dormir y la banda establecimos nuestra vigilancia.

sábado, 1 de diciembre de 2012

EL GRAN ÉXODO A TIERRA DE NADIE

El éxodo ha de comenzar. Hemos de cruzar el desierto. Hemos de preparar los carros con los animales, las tiendas de campaña. Hemos de rebuscar las cuevas, las fisuras, las grietas y colarnos por ahí para escapar. Se trata de escapar a un lugar de nadie, a un territorio de nadie. ¿Dónde está ese territorio?

Quizás en la imaginación. ¿Pero hasta qué punto nuestra imaginación no ha sido ya dañada, invadida, allanada, codificada; destruida, aletargada, enloquecida? Quizás podamos vislumbrar el desierto en la imaginación y con esa visión poder avanzar y escapar. Quizás sea ya demasiado tarde. Quizás ya nadie pueda pensar en ese desierto, descubrir ese desierto preludio de un territorio de nadie.

Podemos ver los grandes montes de Akaloptrw allá a lo lejos. Podemos ver la gran ciudad de Hbsgfrtq ardiendo en la lejanía. Ha llegado el Apocalipsis y todo amenaza ser destruido. Mi hermana se había dedicado toda una mañana en destruir una farmacia y con una porra de hierro había roto, destruido, hecho añicos, dispersado; miles de frascos, miles de medicinas; cientos de cajones, cientos de cajas pequeñas y grandes. Mi tío Gsvhay se había dedicado a romper cristales de los escaparates de los bancos; había entrado en el banco del barrio y roto con un motosierra todo lo que pillaba delante; luego había dejado la motosierra y con una desbarbadota trifásica que había enchufado en la pared descerrajó todo lo que pudo: máquinas, ordenadores, cajas fuertes, etc.. ; todo hasta que una bala le atravesó los pulmones y allí paró todo.

La Gran Ciudad de Hbsgfrtq ardía por los cuatro costados. Se quemaba todo lo que se podía. Las hordas sin orden avanzaban por la ciudad. Los perros estaban hambrientos y mordían en manadas. La policía y el ejército disparaban a discreción.

Pero nosotros habíamos recurrido al Éxodo, un nuevo éxodo; un nuevo desierto; una nueva Ley: lejos, lejos, fuera de toda jurisdicción jurídica y política. Fuera de la política.

He ahí la gran cueva de Rtsfduiox. Ella nos llevará a otro pleneta en otra dimensión.

EL PEGASO Y EL CIELO

Salíamos de trabajar de diferentes fábricas y talleres. Nos juntamos en la esquina de la Avenida Perturroñosa y allí entablamos la discusión. Genaro Guirmaldeno era un católico empedernido y decía que la salvación era por obras, también Lucila Bracamontiana que era testiga de Jehová decía que la salvación era por obras. Pero Eulogiatero Munaskilón que era calvinista sacó su Gran Biblia de tapas negras de piel y abriendo por una página y por otra demostraba que la salvación era por pura gracia de Dios que escogía a los suyos y entonces dijo algo que ahora después de 80 años todavía me acuerdo. Eulogiatero Munaskilón acercó su bici al tráfico pesado de aquella infernal avenida Perturroñosa y dijo:

“SI AHORA ME PILLA UN CAMIÓN PEGASO IRÍA AL CIELO DIRECTAMENTE”

“No, no irías al cielo directamente Eulogiatero Munaskilón, irías al Purgatorio ya que no eres perfecto y tendrías que purgar tus pecados.” Le respondió Genaro Guirmaldeno con angustia.

“Qué narices de Purgatorio” le respondió Lucila Bracamontiana “No hay tal purgatorio. Moriría y tendría que esperar a la resurrección de los muertos para ser juzgado y si fuere encontrado infiel pues sería destruido”.

También se juntaba Nitrocelaterio Jamaskulka que era adventista del septimo día y una tal Clamatonia Incerbuta que era atea. Yo era judía y prefería escuchar. Nuestra ciudad era una triste ciudad provinciana de una región húmeda norteña en un país dominado por una dictadura. Pero nosotros discutíamos casi todos los días nuestras diferencias con pasión. Aquellas antiguas y ancianas y reverentes palabras del Santo Libro sonaban de nuevo cerca de la avenida Perturroñosa. Aquel corro que formábamos era un oasis de misterio en medio de la más absoluta mediocridad del mundo que nos rodeaba.

Ha pasado mucho tiempo y ahora en mi ancianidad recuerdo que era allí entre todos ellos donde existió alguna vez la posibilidad de que se abriera cualquier puerta extraña a otro mundo. Desde aquellas páginas de las biblias surgían las voces de milenarios profetas que se exasperaban para hacer creer inutilmente algo importante a su pueblo. Y nosotros las discutíamos con pasión e inocencia. Más tarde el mundo también nos empezó a ser gris, triste, mentiroso, criminal, hipócrita, cruel, demasiado cruel con todos cuando se desencadenó la guerra y las horribles venganzas.
 
Y yo ahora, desde mi casa de Tiberíades mirando al Mar de Galilea, digo, una vez que todos aquellos mis amigos han muerto en aquel lejano país:

Te maldigo perro mundo por lo que eres y porque no no nos has dado NUNCA a nadie NINGUNA razón del porqué eres así tan CRUEL, loco y despiadado. Maldición y desprecio a todo lo que representas, yo Mikaliverta Levisafrán, libre de tus miserables garras y desde la más plena y absoluta independencia de mis facultades .