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martes, 23 de agosto de 2011

LA IGLESIA DE LA VERDAD ABSOLUTA SIN FISURAS

Recorría las calles de la ciudad en busca de una iglesia rara. Seguí por las calles retorcidas del anciano barrio de Golgoth. Me paré cerca de una casucha pintada de negro. Pude ver acercándome que se trataba de una casa dedicada a algo anormal. Las ventanas eran profundas y al fondo estaban las vidrieras. Miré hacia adentro y vi que un ojo me miraba. Parecía un ojo grande; un ojo de vaca o de hipopótamo. ¡Qué extraño! No me había dado cuenta que había un letrero cerca de la puerta. La letra era muy pequeña, pero decía: Iglesia de la Verdad Absoluta sin Fisuras. Decidí entonces llamar a la campanilla. La puerta era demasiado grande para casa tan pequeña. Tardaron medio minuto en abrirme. Quien me abrió era un muchacho con la cara blanca y algo demacrado. Me dijo que no era la hora del culto, pero que el pastor estaba en su despacho esperando consultas. Yo le dije que era algo urgente y que necesitaba su consejo. Me hizo esperar un par de minutos y al momento me condujo al despacho del Reverendo. Este era un sitio lleno de libros raros a juzgar por los títulos. Las teologías que leía este señor eran un tanto llamativas. Un título que me llamó la atención al momento fue el siguiente: “Sobre los dioses verdes del planeta de Kilortyu”. O, ese otro titulado: “Doctrina Sagrada de los Espíritus Vivientes”. El pastor me dejó que siguiera inspeccionando títulos y, entonces, me saludo.
—¿Qué desea? ¿En qué puedo ayudarle caballero? — Me dijo con voz grave y cansina. Era un hombre de unos ochenta años, de asombrosas arrugas que le llegaban a desfigurar la cara. Conservaba un pelo blanco y fuerte que protegía con celo aquel misterioso cerebro.
 —Verá, —, le dije yo— estoy sufriendo un aburrimiento mortal. Todo me aburre. Me aburre la gente, me aburre la ciudad; me aburre la música; me aburren los libros, me aburren las ideas; me aburre la tele; me aburren los vecinos; me aburren las religiones; me aburre la idea de Dios y de la Biblia. Me aburren los teólogos, me aburren los filósofos. Me aburren los paseos, me aburren las mujeres, me aburre la política; la ciencia. Todo. Me oye: ¡¡¡todo!!!
El pastor se me quedó mirando y al cabo de medio minuto empezó a reírse estrepitosamente.
—¡¡Qué bueno!! Mire, está usted en el sitio que le corresponde ahora mismo. Usted no ha llegado aquí por casualidad. Usted está aquí porque Dios quiere que esté aquí. Ha llegado a donde habría de llegar. Esta es la iglesia que usted necesita. Somos unos creyentes un tanto singulares. Hemos cortado con el mundo de un modo radical. Yo diría que absoluto. No queremos saber nada con la raza humana; no tiene solución. Los humanos son seres completamente corruptos; incapaces de comprender nada. Son un aborto inmundo parido por el miserable dios Seklas. No me extraña que usted esté tan aburrido; absolutamente aburrido. Toda la humanidad acaba aburriéndose tanto que les da por creer que pueden salvar el mundo y se inventan cosas fantásticas para poder perpetuarse y propagarse; para intentar salir del aburrimiento inventando dioses y libros sagrados horribles. Luego razonan y razonan pero la razón les profundiza más y más el aburrimiento y el tedio y entonces han de vivir en eterno conflicto devorándose los unos a los otros con cara de buenos o de canallas; tanto da lo uno como lo otro…
—¡Reverendo! —le interrumpí; —nadie jamás me ha hablado como me habla usted. Usted no habla de amor y de solidaridad con los débiles o de justicia universal; o de una verdad que hay que seguir con sana disposición y alegría y sacrificio…Tampoco me habla de un Dios de bondad y misericordia que siempre nos perdona aunque pudiera borrarnos del planeta ahora mismo de un soplo…
—¡¡Maldita sea!!! —se levantó encolerizado el pastor—jamás te hablaría de semejantes mamarracharías; Ese es el lenguaje de los demonios. Los demonios saben mucho de solidaridad y amor y justicia; no dejan de hablar de los mismo y en nombre de esas majaderías tienen a los humanos cogidos por las pelotas (si me permite la expresión) y hacen de ellos lo que quieren. Los demonios cuidan de sus humanos como de ganado. De hecho es su ganado y los ponen a pastar por los prados de las ilusiones y de las mentiras piadosas y crueles para que aguanten la existencia que les ha tocado. ¡¡Es un horror este planeta!!
—¿Y qué he de hacer?, dígame Reverendo, qué he de hacer?
—Muy fácil. Va a meterse usted en la cabina de la Verdad Absoluta. Va usted a experimentar la Verdad en su plenitud Absoluta. Va usted a saber lo que es la Transparencia del Yo con su Yo. Va usted a saber lo que son los dogmas verdaderos sin fisuras y en consonancia con la lógica más precisa, infinitamente precisa..Venga, venga, métase ahí.
Y entonces vi que me iba llevando hacia una especie de cabina de acero inoxidable. Abrió entonces la puerta de la cabina y me metió con fuerza. Acabé sentado en un asiento de hierro frío con luces rojas mortecinas en el techo. Luego fue como una sensación de algo que me iba absorbiendo toda mi sangre, mi energía, mis ideas, mi cerebro, mi mente, mi alma. Notaba que me iba aligerando de peso. Notaba que flotaba en una especie de éter. Y de repente, todo estaba claro, todo estaba nítido; todo estaba allí presente. Nada sobraba, nada faltaba, nada era lo que no tenía que ser. Yo era lo que era: completo, transparente, infinito y eterno.

Cuando salí podía recordar mi pasado como ahora lo estoy escribiendo. Pero mi existencia era otra. Quizás mejor decir, mi existencia era ya el Ser en toda su plenitud.

Gracias a la Iglesia de la Verdad Absoluta sin Fisuras y gracias a su pastor.

Pronto fui uno más de esa Iglesia de la Verdad. Nos reuníamos en sitios inverosímiles mirando hacia los infinitos cosmos que nos componen, que son nuestro cuerpo. No éramos muchos, pero todos teníamos algo en común: HABÍAMOS DEJADO DE SER HUMANOS. Gracias a Dios, habíamos dejado de ser humanos.